viernes, 25 de diciembre de 2015

...Pasame el pañuelo pa`secarme la melancolia.

Tengo la suerte de contar con amigos que aprecian tanto la música como yo, lo inusual es que la aprecian casi con el mismo lente, se desbocan de alegría con algún nuevo álbum, un concierto, perciben las mismas notas que erizan y sobre todo, comparten. Compartir lo que cada melómano escudriña en su micro universo es esencial para ese intercambio, para engrosar el disco duro y pulir criterios.
 
Cuando me enteré, con esto de las redes sociales, que se iba a publicar un libro sobre Sentimiento Muerto, lo primero que me invadió fue el pánico, pánico por no poder adquirir de primera mano el ejemplar por cuanto me encuentro viviendo en Madrid y evidentemente no me seria posible hacerme con el. Como todo en la vida tiene solución, incluso la muerte, opte por el comodín de llamar a un amigo. El popular "Gordo", uno de mis mejores amigos de la infancia con el que tengo una conexión especial o mas bien espacial. Le comento mi pesar y en una de sus respuestas típicas con la inyección de parsimonia y tranquilidad de un osito cariñoso "on drugs" me responde, "tranquilo brother, yo te busco esa vaina, igual tengo que ir a buscar el mío, no le pares que yo te lo compro y te lo mando... relax man". Y así hice, me relaje y esperé que mi hermano resolviera.

Hace unos días recibi mi ejemplar del libro de Sentimiento Muerto, A la hora Justa, obra que firma William Padrón. Debo confesar que tratándose de una banda de culto iconica de nuestro país sentí cierto temor al recorrer las primeras líneas, como todo lo que rodea a esta banda esta en cierto conflicto con el universo sentí que las dudas de como se tratarían ciertos episodios dramáticos en la historia de Sentimiento, pensé que había que tener cierto conocimiento al abordar las entrevistas, mucho tacto. Los egos que fermentaron desde los inicios de la agrupación hoy están mas vigentes que nunca, las versiones de lo que fue en medio de esa maraña de "sentimientos" iban a aflorar durante el trayecto que recorrería el autor al asumir semejante empresa. Las palabras del maestro Allueva, quien avala dicha obra, me tranquilizan. En la medida que queda clara la dinámica  del documento te vas sumergiendo con los detalles que cuentan los protagonistas, con la ausencia física pero muy bien documentada de Cayayo, con las impresiones de los fundadores, con los que llegaron después, con los allegados, familiares y todos los que rodearon a la mejor y mas influyente  banda de la historia del rock en Venezuela.

Me temo que debo recomendarles abiertamente esta obra, este libro que toma aires de documento, obligatorio para los que amamos nuestra música, indispensable para los que palpitamos rock nacional, imprescindible para el colectivo, para la legion de fieles que enguyen todo lo que lleva un corazón tachado esbozado en sus partes mas visibles. Debo aprobar con un sobresaliente a tan difícil labor y agradecer que hoy un rockero venezolano en Madrid puede pasear de los Palos Grandes a Chacaito en una línea de transporte universal, las líneas del libro de Sentimiento Muerto.


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